Llevaba bastante tiempo sin escribir en este blog, quizás pensando que mis cosas no le importan a la gente.... pero la verdad es un espacio mío, para escribir lo que me plazca, lo que siento, lo que vivo, lo que creo. Hace poco tiempo aprendí que ya no puedo vivir pensando en complacer al resto, si estoy bien conmigo misma pues llegará a mí quienes correspondan sino pasarán de largo, sin complicaciones.
Yo soy creyente, por tanto lo que me pase lo atribuyo a la gracia de Dios. Y Dios nos ha bendecido con concretar nuestro sueño de la casa propia, hecha a pulso, con nuestras ideas y gustos. Por ello el último tiempo mi mente vaga en un sin fín de cosas terrenales abocadas a la decoración y como quiero poner mi sello y mi "arte" del punto cruz en la mayoría de las cosas que pueda, pues se me puso entre ceja y ceja bordar algún cuadro con bambús para decorar el baño de visitas y buscando y buscando ideas de gráficos en la web me encontré con un cuento: "El cuento del bambú japonés" y caló ondo en mí, pues sentía que Dios me hablaba sobre la paciencia (que debo seguir trabajando) y que hemos tenido durante estos 12 años de matrimonio para concretar nuestro anhelo.
El bambú Japonés
" No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante.
También es obvio que quien cultiva la tierra no se para impaciente frente a la semilla sembrada y grita con todas sus fuerzas: "¡Crece, maldita seas!"...
Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo trasforma en no apto para impacientes: Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente.
Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto, que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles.
Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de solo seis semanas la planta de bambú crece ¡más de 30 metros!
¿Tardó solo seis semanas crecer?.
No. La verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse.
Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años.
Sin embargo, en la vida cotidiana, muchas personas tratan de encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo. Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados en corto plazo, abandonan súbitamente justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta.
Es tarea difícil convencer al impaciente que sólo llegan al éxito aquellos que luchan en forma perseverante y saben esperar el momento adecuado.
De igual manera es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creemos que nada está sucediendo. Y esto puede ser extremadamente frustrante.
En esos momentos (que todos tenemos), recordar el ciclo de maduración del bambú japonés, y aceptar que en tanto no bajemos los brazos -, ni abandonemos por no “ver” el resultado que esperamos-, si está sucediendo algo dentro nuestro: estamos creciendo, madurando.
Quienes no se dan por vencidos, van gradual e imperceptiblemente creando los hábitos y el temple que les permitirá sostener el éxito cuando éste al fin se materialice.
El triunfo no es más que un proceso que lleva tiempo y dedicación.
Un proceso que exige aprender nuevos hábitos y nos obliga a descartar otros.
Un proceso que exige cambios, acción y formidables dotes de paciencia.
Un proceso que exige aprender nuevos hábitos y nos obliga a descartar otros.
Un proceso que exige cambios, acción y formidables dotes de paciencia.
Tiempo… Cómo nos cuestan las esperas, qué poco ejercitamos la paciencia en este mundo agitado en el que vivimos…
Apuramos a nuestros hijos en su crecimiento, apuramos al chofer del taxi… nosotros mismos hacemos las cosas apurados, no se sabe bien por qué…
Perdemos la fe cuando los resultados no se dan en el plazo que esperábamos, abandonamos nuestros sueños, nos generamos patologías que provienen de la ansiedad, del estrés…
¿Para qué?
Te propongo tratar de recuperar la perseverancia, la espera, la aceptación.
Si no consigues lo que anhelas, no desesperes…
quizá solo estés echando raíces…."
Si no consigues lo que anhelas, no desesperes…
quizá solo estés echando raíces…."
Interesante relato que nos lleva a meditar y aprender a dejar de ser inmediatistas en nuestro quehacer... todo trabajo tiene su fruto, no desmayes.
Claudia