Definitivamente se acabaron las vacaciones.... por lo menos para mis hijos.
Mañana inician un nuevo año escolar, y para comenzar con ganas y los mejores recuerdos, les dejo un resumen fotográfico de nuestros días en el Lago Rupanco, estas vacaciones 2008.
lunes, 25 de febrero de 2008
"El fruto de la machaca"...
así decía mi abuelita cuando disfrutabamos de algo que había requerido un trabajo previo: alguna rica fruta, una sabrosa ensalada, el pago del mes, los huevitos frescos, en fin, cualquier cosa que hubiese implicado tiempo, esfuerzo, preocupación, dedicación y trabajo.
En casa tenemos una pequeñita pero muy productiva huerta: tomates, zapallitos italianos, ciboulette, acelgas, espinacas, cilantro, etc.
Aquí una muestra de nuestros zapallitos italianos (zucchini) tamaño XL que hemos cosechado, "el fruto de la machaca". Para la foto puse el zapallito junto a una botella de jugo de 1,5 lt., para que tengan una referencia:
Nos gustan mucho como ensalada: se lavan bien, se pelan, los pico en rodajas muy finitas, las reservo. Exprimo limones y el jugo de éstos los mezclo con mayonesa (puede ser light, jajaja), le agrego ciboulette picado fino, agrego esta mezcla a los zapallitos y una pizca de sal. Lo preparo con antelación, para que los sabores se mezclen un poco, hmmmmmmmmm una delicia!!
En casa tenemos una pequeñita pero muy productiva huerta: tomates, zapallitos italianos, ciboulette, acelgas, espinacas, cilantro, etc.
Aquí una muestra de nuestros zapallitos italianos (zucchini) tamaño XL que hemos cosechado, "el fruto de la machaca". Para la foto puse el zapallito junto a una botella de jugo de 1,5 lt., para que tengan una referencia:
Nos gustan mucho como ensalada: se lavan bien, se pelan, los pico en rodajas muy finitas, las reservo. Exprimo limones y el jugo de éstos los mezclo con mayonesa (puede ser light, jajaja), le agrego ciboulette picado fino, agrego esta mezcla a los zapallitos y una pizca de sal. Lo preparo con antelación, para que los sabores se mezclen un poco, hmmmmmmmmm una delicia!!
jueves, 21 de febrero de 2008
Debido a los virus....
domingo, 17 de febrero de 2008
¿Dónde está Dios?...
Existe una historia sobre una mujer que decide encontrar a Dios. Ella se deshace de todas sus posesiones mundanas, vuela a la India, escala la montaña más alta que puede encontrar, y se sienta a orar y meditar. Ella llama a Dios "¡¿Dónde te encuentras?!" Y Dios le responde: "Estoy aquí abajo con la gente".
No tenemos que hacer votos de pobreza y vivir en un "Ashram" para conectarnos con nuestro Creador. Sólo necesitamos conectarnos con la gente para hacer esa conexión divina.
Hoy, dedícate a algunas personas. Encuentra en tu corazón la forma de hacerlas sentir mejor, cubrir sus necesidades, motivarlas para que se involucren más en sus vidas. Ahí está Dios!!!.
Hay una experiencia extrema en la vida que todos estamos buscando, un estado de fluidez en donde todas las cosas simplemente tienen sentido y se perciben correctas. Alcanzamos este estado al pensar en los demás primero y al crear una apertura para que la Luz sin fin, la fuente de todo lo bueno, entre.
Pero cuando sólo pensamos en nosotros mismos, ponemos un final a este fluir.
Hoy escribe una lista de cinco personas que te importen. Ponla en tu bolsillo, pégala a tu computador, ponla en el refrigerador, tenla cerca. Cada vez que te descubras a ti mismo obsesionándote acerca de ti mismo, mira la lista, y piensa en esas personas. "Envíales energía", lo que quiere decir, imagínalos rodeados de Luz, recibiendo la salud y la sabiduría que se merecen. Considera esto tu conexión con la Luz infinita. Ahí está Dios!!!!
miércoles, 13 de febrero de 2008
"Así se acaba la vida y sólo nos queda el recurso de intentar sobrevivir!"
Estamos en Chile con sequía. Es posible que sea necesario intervenir algunos ríos, para no sufrir la falta del agua. Se augura un invierno muy seco, restricciones en la energía eléctrica....
Hace tiempo leí que las guerras futuras serán por este vital elemento, espero que no estemos cerca, pero así como vamos....
Todo esto me hizo recordar unas sabias palabras que escuché hace tiempo, era la carta de respuesta de Seattle, Gran Jefe de los indios Suquamish, al Presidente de los Estados Unidos de América en 1854.
Quizás sea un poco extensa, pero bien vale la pena detenerse unos minutos:
"En 1854, el Presidente de los Estados Unidos Franklin Pierce hizo una oferta por una gran extensión de tierras indias, prometiendo crear una reserva para el pueblo Suquamish, tribu asentada en el actual estado de Washington (noroeste de los Estados Unidos y suroeste de Canadá). La respuesta del Jefe Seattle, publicada según una versión que se atribuye al guionista americano Ted Perry, más allá de su extraordinaria belleza, se ha convertido en un manifiesto clásico a favor del respeto al medio ambiente:
El gran caudillo de Washington ha ordenado hacernos saber que nos quiere comprar las tierras. El gran caudillo nos ha mandado también palabras de amistad y de buena voluntad. Apreciamos mucho esta delicadeza porque conocemos la poca falta que le hace nuestra amistad. Queremos considerar su ofrecimiento, pues sabemos que si no lo hiciéramos, pueden venir los hombres de piel blanca a tomarnos las tierras con sus armas de fuego. Que el gran caudillo de Washington confíe en la palabra del líder Seattle con la misma certidumbre que espera la vuelta de las estaciones. Mis palabras son inmutables como estrellas.
¿Como podéis comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Se nos hace extraña esta idea. No son nuestros el frescor del aire ni los reflejos del agua. ¿Cómo podrían ser comprados? Lo decidiremos más adelante. Tendríais que saber que mi pueblo tiene por sagrado cada rincón de esta tierra. La hoja resplandeciente; la arenosa playa; la niebla dentro del bosque; el claro en la arboleda y el zumbido del insecto son experiencias sagradas y memorias de mi pueblo. La sabia que sube por los árboles lleva recuerdos del hombre de piel roja.
Los muertos del hombre de piel blanca olvidan su tierra cuando empiezan el viaje en medio de las estrellas. Los nuestros nunca se alejan de la tierra, que es la madre. Somos un pedazo de esta tierra; estamos hechos de una parte de ella. La flor perfumada, el ciervo, el caballo, el águila majestuosa: todos son nuestros hermanos. Las rocas de las cumbres, el jugo de la hierba fresca, la calor de la piel del potro: todo pertenece a nuestra familia.
Por esto, cuando el gran caudillo de Washington manda decirnos que nos quiere comprar las tierras es demasiado lo que nos pide. El gran caudillo quiere darnos un lugar para que vivamos todos juntos. El nos hará de padre y nosotros seremos sus hijos. Hemos de meditar su ofrecimiento. No se nos presenta nada fácil ya que las tierras son sagradas. El agua de nuestros ríos y pantanos no es sólo agua, sino la sangre de nuestros antepasados. Si os vendiésemos las tierras, haría falta que recordaseis que son sagradas y lo tendríais que enseñar a vuestros hijos y que los reflejos misteriosos de las aguas claras de los lagos narran hechos de la vida de mi pueblo. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.
Los ríos son hermanos nuestros, porque nos libran de la sed. Los ríos arrastran nuestras canoas y nos dan sus peces. Si os vendiésemos las tierras, tendríais que recordar y enseñar a vuestros hijos que los ríos son hermanos nuestros y también vuestros. Tendríais que tratar a los ríos con el corazón.
Sabemos bien que el hombre de piel blanca no puede entender nuestra manera de ser. Tanto le importa un trozo de tierra que otro, porque es como un extraño que llega de noche a arrancar de la tierra todo lo que necesita. No ve la tierra como una hermana, sino más bien como una enemiga. Cuando la ha hecho suya, la menosprecia y sigue andando. Deja atrás las sepulturas de sus padres y no parece que eso le duela. No le duele desposeer la tierra de sus hijos. Olvida la tumba de su padre y los derechos de sus hijos. Trata a la madre tierra y al hermano cielo como si fueran cosas que se compran y se venden; como si fuesen animales o collares. Su hambre insaciable devorará la tierra y detrás suyo dejará tan sólo un desierto.
No lo puedo comprender. Nosotros somos de una manera de ser muy diferente. Vuestras ciudades hacen daño a los ojos del hombre de piel roja. Tal vez sea porque el hombre de piel roja es salvaje y no puede entender las cosas. No hay ningún lugar tranquilo en las ciudades del hombre de piel blanca; ningún lugar donde se pueda escuchar en la primavera el despliegue de las hojas, o movimiento de las alas de un insecto.
Tal vez me lo parece a mi porque soy un salvaje y no comprendo bien las cosas. El ruido de la ciudad es un insulto para el oído. Y yo me pregunto: ¿qué tipo de vida tiene el hombre cuando no es capaz de escuchar el grito solitario de una garza o la discusión nocturna de las ranas alrededor del charco? Soy un hombre de piel roja y no puedo entender. A los indios nos deleita el ligero murmullo del viento fregando la cara del lago y su olor después de la lluvia del mediodía, que trae la fragancia de los abetos.
El hombre de piel roja es conocedor del valor inapreciable del aire ya que todas las cosas respiran su aliento: el animal, el árbol, el hombre. Pero parece que el hombre de piel blanca no sienta el aire que respira. Como un hombre que hace días que agoniza, no es capaz de sentir la peste. Si os vendiésemos las tierras, tendríais que dejarlas en paz y que continuasen sagradas para que fuesen un lugar en el que hasta el hombre de piel blanca pudiese saborear el viento endulzado por las flores de la pradera.
Queremos considerar vuestra oferta de comprarnos las tierras. Si decidiéramos aceptarlo tendré que poneros una condición: que el hombre de piel blanca mire a los animales de esta tierra como hermanos. Soy salvaje, pero me parece que tiene que ser así. He visto búfalos a miles pudriéndose abandonados en las praderas; el hombre de piel blanca les disparaba desde el caballo de fuego sin ni tan sólo pararlo. Yo soy salvaje y no entiendo porqué el caballo de fuego vale más que el búfalo, ya que nosotros lo matamos sólo a cambio de nuestra propia vida. ¿Qué puede ser del hombre sin animales? Si todos los animales desapareciesen , el hombre tendría que morir con gran soledad de espíritu. Porque todo lo que les pasa a los animales, bien pronto le pasa también al hombre. Todas las cosas estan ligadas entre sí.
Haría falta que enseñaseis a vuestros hijos que el suelo que pisan son las cenizas de los abuelos. Respetarán la tierra si les decís que está llena de vida de los antepasados. Hace falta que vuestros hijos lo sepan, igual que los nuestros, que la tierra es la madre de todos nosotros. Que cualquier estrago causado a la tierra lo sufren sus hijos. El hombre que escupe a tierra, a sí mismo se está escupiendo.
De una cosa estamos seguros: la tierra no pertenece al hombre; es el hombre el que pertenece a la tierra. El hombre no ha tejido la red que es la vida, sólo es un hijo. El sufrimiento de la tierra se convierte a la fuerza en sufrimiento para sus hijos. Estamos seguros de esto. Todas las cosas estan ligadas como la sangre de una misma familia.
Hasta el hombre de piel blanca, que tiene amistad con Dios y se pasea y le habla, no puede evitar este destino nuestro común. Tal vez sea cierto que somos hermanos. Ya lo veremos. Sabemos una cosa que tal vez descubrierais vosotros más adelante: que nuestro Dios es el mismo que el vuestro. Os pensais que tal vez teneis poder por encima de Él y al mismo tiempo lo queréis tener sobre todas las tierras, pero no lo podéis tener. El Dios de todos los hombres se compadece igual de los de piel blanca que de los de piel roja. Esta tierra es apreciada por su creador y estropearla sería una grave afrenda. Los hombres de piel blanca también sucumbirán y tal vez antes que el resto de tribus. Si ensuciáis vuestra cama, cualquier noche moriréis sofocados por vuestros propios delitos. Pero veréis la luz cuando llegue la hora final y comprenderéis que Dios os condujo a estas tierras y os permitió su dominio y la dominación del hombre de piel roja con algún propósito especial. Este destino es en verdad un misterio, porque no podemos comprender que pasará cuando los búfalos se hayan extinguido; cuando los caballos hayan perdido su libertad; cuando no quede ningún rincón del bosque sin el olor del hombre y cuando por encima de las verdes colinas nuestra mirada encuentre por todas partes las telarañas de hilos de hierro que llevan vuestra voz.
¿Dónde está el bosque espeso? Desapareció. ¿Dónde está el águila? Desapareció.
Así se acaba la vida y sólo nos queda el recurso de intentar sobrevivir!"
Hace tiempo leí que las guerras futuras serán por este vital elemento, espero que no estemos cerca, pero así como vamos....
Todo esto me hizo recordar unas sabias palabras que escuché hace tiempo, era la carta de respuesta de Seattle, Gran Jefe de los indios Suquamish, al Presidente de los Estados Unidos de América en 1854.
Quizás sea un poco extensa, pero bien vale la pena detenerse unos minutos:
"En 1854, el Presidente de los Estados Unidos Franklin Pierce hizo una oferta por una gran extensión de tierras indias, prometiendo crear una reserva para el pueblo Suquamish, tribu asentada en el actual estado de Washington (noroeste de los Estados Unidos y suroeste de Canadá). La respuesta del Jefe Seattle, publicada según una versión que se atribuye al guionista americano Ted Perry, más allá de su extraordinaria belleza, se ha convertido en un manifiesto clásico a favor del respeto al medio ambiente:
El gran caudillo de Washington ha ordenado hacernos saber que nos quiere comprar las tierras. El gran caudillo nos ha mandado también palabras de amistad y de buena voluntad. Apreciamos mucho esta delicadeza porque conocemos la poca falta que le hace nuestra amistad. Queremos considerar su ofrecimiento, pues sabemos que si no lo hiciéramos, pueden venir los hombres de piel blanca a tomarnos las tierras con sus armas de fuego. Que el gran caudillo de Washington confíe en la palabra del líder Seattle con la misma certidumbre que espera la vuelta de las estaciones. Mis palabras son inmutables como estrellas.
¿Como podéis comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Se nos hace extraña esta idea. No son nuestros el frescor del aire ni los reflejos del agua. ¿Cómo podrían ser comprados? Lo decidiremos más adelante. Tendríais que saber que mi pueblo tiene por sagrado cada rincón de esta tierra. La hoja resplandeciente; la arenosa playa; la niebla dentro del bosque; el claro en la arboleda y el zumbido del insecto son experiencias sagradas y memorias de mi pueblo. La sabia que sube por los árboles lleva recuerdos del hombre de piel roja.
Los muertos del hombre de piel blanca olvidan su tierra cuando empiezan el viaje en medio de las estrellas. Los nuestros nunca se alejan de la tierra, que es la madre. Somos un pedazo de esta tierra; estamos hechos de una parte de ella. La flor perfumada, el ciervo, el caballo, el águila majestuosa: todos son nuestros hermanos. Las rocas de las cumbres, el jugo de la hierba fresca, la calor de la piel del potro: todo pertenece a nuestra familia.
Por esto, cuando el gran caudillo de Washington manda decirnos que nos quiere comprar las tierras es demasiado lo que nos pide. El gran caudillo quiere darnos un lugar para que vivamos todos juntos. El nos hará de padre y nosotros seremos sus hijos. Hemos de meditar su ofrecimiento. No se nos presenta nada fácil ya que las tierras son sagradas. El agua de nuestros ríos y pantanos no es sólo agua, sino la sangre de nuestros antepasados. Si os vendiésemos las tierras, haría falta que recordaseis que son sagradas y lo tendríais que enseñar a vuestros hijos y que los reflejos misteriosos de las aguas claras de los lagos narran hechos de la vida de mi pueblo. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.
Los ríos son hermanos nuestros, porque nos libran de la sed. Los ríos arrastran nuestras canoas y nos dan sus peces. Si os vendiésemos las tierras, tendríais que recordar y enseñar a vuestros hijos que los ríos son hermanos nuestros y también vuestros. Tendríais que tratar a los ríos con el corazón.
Sabemos bien que el hombre de piel blanca no puede entender nuestra manera de ser. Tanto le importa un trozo de tierra que otro, porque es como un extraño que llega de noche a arrancar de la tierra todo lo que necesita. No ve la tierra como una hermana, sino más bien como una enemiga. Cuando la ha hecho suya, la menosprecia y sigue andando. Deja atrás las sepulturas de sus padres y no parece que eso le duela. No le duele desposeer la tierra de sus hijos. Olvida la tumba de su padre y los derechos de sus hijos. Trata a la madre tierra y al hermano cielo como si fueran cosas que se compran y se venden; como si fuesen animales o collares. Su hambre insaciable devorará la tierra y detrás suyo dejará tan sólo un desierto.
No lo puedo comprender. Nosotros somos de una manera de ser muy diferente. Vuestras ciudades hacen daño a los ojos del hombre de piel roja. Tal vez sea porque el hombre de piel roja es salvaje y no puede entender las cosas. No hay ningún lugar tranquilo en las ciudades del hombre de piel blanca; ningún lugar donde se pueda escuchar en la primavera el despliegue de las hojas, o movimiento de las alas de un insecto.
Tal vez me lo parece a mi porque soy un salvaje y no comprendo bien las cosas. El ruido de la ciudad es un insulto para el oído. Y yo me pregunto: ¿qué tipo de vida tiene el hombre cuando no es capaz de escuchar el grito solitario de una garza o la discusión nocturna de las ranas alrededor del charco? Soy un hombre de piel roja y no puedo entender. A los indios nos deleita el ligero murmullo del viento fregando la cara del lago y su olor después de la lluvia del mediodía, que trae la fragancia de los abetos.
El hombre de piel roja es conocedor del valor inapreciable del aire ya que todas las cosas respiran su aliento: el animal, el árbol, el hombre. Pero parece que el hombre de piel blanca no sienta el aire que respira. Como un hombre que hace días que agoniza, no es capaz de sentir la peste. Si os vendiésemos las tierras, tendríais que dejarlas en paz y que continuasen sagradas para que fuesen un lugar en el que hasta el hombre de piel blanca pudiese saborear el viento endulzado por las flores de la pradera.
Queremos considerar vuestra oferta de comprarnos las tierras. Si decidiéramos aceptarlo tendré que poneros una condición: que el hombre de piel blanca mire a los animales de esta tierra como hermanos. Soy salvaje, pero me parece que tiene que ser así. He visto búfalos a miles pudriéndose abandonados en las praderas; el hombre de piel blanca les disparaba desde el caballo de fuego sin ni tan sólo pararlo. Yo soy salvaje y no entiendo porqué el caballo de fuego vale más que el búfalo, ya que nosotros lo matamos sólo a cambio de nuestra propia vida. ¿Qué puede ser del hombre sin animales? Si todos los animales desapareciesen , el hombre tendría que morir con gran soledad de espíritu. Porque todo lo que les pasa a los animales, bien pronto le pasa también al hombre. Todas las cosas estan ligadas entre sí.
Haría falta que enseñaseis a vuestros hijos que el suelo que pisan son las cenizas de los abuelos. Respetarán la tierra si les decís que está llena de vida de los antepasados. Hace falta que vuestros hijos lo sepan, igual que los nuestros, que la tierra es la madre de todos nosotros. Que cualquier estrago causado a la tierra lo sufren sus hijos. El hombre que escupe a tierra, a sí mismo se está escupiendo.
De una cosa estamos seguros: la tierra no pertenece al hombre; es el hombre el que pertenece a la tierra. El hombre no ha tejido la red que es la vida, sólo es un hijo. El sufrimiento de la tierra se convierte a la fuerza en sufrimiento para sus hijos. Estamos seguros de esto. Todas las cosas estan ligadas como la sangre de una misma familia.
Hasta el hombre de piel blanca, que tiene amistad con Dios y se pasea y le habla, no puede evitar este destino nuestro común. Tal vez sea cierto que somos hermanos. Ya lo veremos. Sabemos una cosa que tal vez descubrierais vosotros más adelante: que nuestro Dios es el mismo que el vuestro. Os pensais que tal vez teneis poder por encima de Él y al mismo tiempo lo queréis tener sobre todas las tierras, pero no lo podéis tener. El Dios de todos los hombres se compadece igual de los de piel blanca que de los de piel roja. Esta tierra es apreciada por su creador y estropearla sería una grave afrenda. Los hombres de piel blanca también sucumbirán y tal vez antes que el resto de tribus. Si ensuciáis vuestra cama, cualquier noche moriréis sofocados por vuestros propios delitos. Pero veréis la luz cuando llegue la hora final y comprenderéis que Dios os condujo a estas tierras y os permitió su dominio y la dominación del hombre de piel roja con algún propósito especial. Este destino es en verdad un misterio, porque no podemos comprender que pasará cuando los búfalos se hayan extinguido; cuando los caballos hayan perdido su libertad; cuando no quede ningún rincón del bosque sin el olor del hombre y cuando por encima de las verdes colinas nuestra mirada encuentre por todas partes las telarañas de hilos de hierro que llevan vuestra voz.
¿Dónde está el bosque espeso? Desapareció. ¿Dónde está el águila? Desapareció.
Así se acaba la vida y sólo nos queda el recurso de intentar sobrevivir!"
lunes, 11 de febrero de 2008
De vuelta a casa!!
Hola!!
Ya estoy en casa. Llegamos este fin de semana y ya va siendo hora de ir retomando los ritmos, compromisos y responsabilidades habituales.
Fueron dos semanas geniales. Lo pasamos muy bien, nos divertimos y nos relajamos. Nos guardamos una semana de descanso para más adelante... uno nunca sabe cuando es necesario desconectarse nuevamente.
Cuando tenga más tiempo, iré dejando imágenes de los diversos lugares que recorrimos con mi marido y mis hijos.
Cariños a todos,
Claudia
Ya estoy en casa. Llegamos este fin de semana y ya va siendo hora de ir retomando los ritmos, compromisos y responsabilidades habituales.
Fueron dos semanas geniales. Lo pasamos muy bien, nos divertimos y nos relajamos. Nos guardamos una semana de descanso para más adelante... uno nunca sabe cuando es necesario desconectarse nuevamente.
Cuando tenga más tiempo, iré dejando imágenes de los diversos lugares que recorrimos con mi marido y mis hijos.
Cariños a todos,
Claudia
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