Sí, es la primera parte de nuestras vacaciones... Este año decidimos viajar cerca de casa y, bueno, aprovechando los hermosos lugares que nos rodean decidimos irnos unos días a
Colliguay (esa es la primera parte de las vacaciones, la 2° parte será en Olmué).
Marcos quería playa (a mí la verdad no me gusta mucho, me maltrata, quedar toda pegoteada de arena aunque uno no lo quiera no me causa gracia alguna), ir a El Consistorial ya que a los niños les encanta, pero esta vez pensamos que sería mejor algo más campestre, así de paso nos alejamos de las marejadas, que han estado bien fuertes el último tiempo.
Y finalmente nos las "emplumamos" a Colliguay, hermoso valle montañoso de la cordillera de la costa. Salimos el lunes 14 al mediodía y antes de comenzar a subir la cuesta, que la verdad cuesta subirla, nos detuvimos frente a la Virgen del Paso de Agua; dicen que hay que rezar y dejar una moneda para así subir y bajar sin problemas la cuesta y de paso tener una hermosa estadía en Colliguay.
Nos esperaba un día radiante, así que después de comer un exquisito pastel de choclo en paila de greda, con una refrescante ensalada a la chilena, y dejar nuestros artilugios instalados en la cabaña, nos aparapetamos de nuestras tenidas para el baño y nos fuimos a la piscina. Todos disfrutamos, desde la más pequeñita de la familia, "misia" Josefa, hasta mis padres, en el Rancho Alemán.
Fueron días realmente relajantes, piscina, dormir siesta, descansar de la tecnología (teléfono, celulares, tv., internet, radio, etc...) que francamente nos marean y no nos damos cuenta hasta que no los tenemos, disfrutar en familia. Fué estar en el paraíso, de hecho no quise llevar ni reloj, con eso les demuestro que quería desconectarme de toda rutina.
Las noches maravillosas, estrelladas, claras, una luna llena impresionante y que bastaba para disfrutar del paraje nocturno del que estábamos rodeados: cerros de vegetación con boldos, litres, peumos, maitenes, arrayanes... y en el día: tener la posibilidad de divisar un zorro, conejo, perdices (andaban varias), loicas, tiuques y aguiluchos entre otras especies más.
Marcos y los niños aprovecharon todas las caminatas que ofrecían los monitores del lugar: a las pozas de los piqueros, los suspiros y al centro ceremonial: lugar apto para realizar ceremonias tradicionales indoamericanas.
La verdad, no queríamos venirnos, pero no habían más días disponibles, todo copado: cabañas, refugio, existía la alternativa de quedarnos en tipi (tienda usada por los indígenas de norteamérica) o en la cabaña del río, pero optamos por venirnos a casa unos días para luego irnos, esta vez sólo Marcos, los niños y yo, al
Rosa Agustina Resort (ya pondré imágenes en otro post cuando hayamos llegado)
Lo mejor de todo es que fueron días muy felices, tranquilos, donde pude ver a mis hijos disfrutar, hacer nuevos amigos, interactuar con la naturaleza y sobre todo ver a mis padres felices. Ellos mismos me decían que hacía muchísimos años que no disfrutaban de un lindo lugar, otros tantos que mi padre no nadaba a sus anchas en una piscina, que mi madre no tomaba relajada el sol en una reposera... que fácil resulta a veces ser felices, sentirse plenos.
Gracias Señor por estos hermosos días.