Eduardo estaba muy impaciente por perder su primer diente y recibir la visita del Ratoncito Pérez. Constantemente estaba preguntándome si le iba a doler mucho cuando se le fuera a caer el diente, si acaso le iba a salir sangre, en fin, una pregunta tras otra... cuando finalmente llegó el día y si no me doy cuenta a tiempo, perdemos el diente y la historia habría pasado sin pena ni gloria.
El domingo pasado, 03 de septiembre, estábamos en casa de mis suegros. Eduardo terminaba de lavarse la cara y los dientes y estaba en eso, secándose la carita, cuando me doy cuenta de que la toalla tenia unas leves manchas rojas. Como Eduardo suele secarse la cara y la boca con esta última abierta, lo primero que pensé era que el diente se le había enredado en la toalla... justo lo que pensé, el diente no estaba donde tenía que estar (en la boca, junto a sus otros amigos dientecitos), pero tampoco estaba en la toalla!!!, ufffffff, empecé a revisar al Edu y cha chan!!!! lo tenía pegado, por esas casualidades de la vida, en el pijama, sobre su hombro izquierdo... ufffffffffffffffffffffffffffffffffff, al fin podía respirar tranquila, podíamos seguir con la tradición del dientecito. Así que no quedó más remedio que guardarlo de forma muy segura, que no se fuera a perder, a caer ni nada, para que llegara a casa sano y salvo (este diente tenía más precauciones que el Manto Sagrado o el Santo Grial), y poder ponerlo bajo la almohada y esperar la visita del ratoncito. A lo largo del día, Eduardo preguntaba a cada rato por su diente, "¿lo guardaste bien mami"?, "¿dónde lo dejaste"?, "¿lo puedo ver de nuevo?", "¿en tu tiempo de niña existía el ratoncito pérez"?... claro, como le conté que cuando niña no había computadores, ahora cree que nací en el paleolítico, que ratón pérez ni que nada, a lo más un dinosaurio visitando a la mamá cuando niña, ja,ja,ja,ja; pero lo que más gracia le causó fue saber que yo tiraba los dientes al techo de la casa, ja,ja,ja, pero no le costó entenderlo pues sabe que no me gustan ni de broma los ratones, así que menos iba a permitir uno en mi almohada, por más monedas que fuese a dejarme.
Ay estos niños!!! y Mateo, para no quedarse fuera del cuento, también estuvo ese domingo con su boca abierta, mostrándole a quien fuera sus dientes, sin entender mucho porqué le celebrabamos tanto los dientes a su hermano. La creatividad y el ingenio tampoco quedaron fuera de este cuento: Eduardo encontró una utilidad muy práctica al espacio que dejó la caída de su diente y es utilizarlo para apoyar una bombilla y así poder tomar bebida, sin necesidad de afirmarla con las manos, juas, juas.Ah!! y el ratoncito pasó y le dejó un billete de "doscientos pesos", dijo Eduardo, ja,ja,ja, se le cayó un cero a mi hijo... y colorín colorado el cuento del ratoncito Pérez no se ha acabado, pueden ver la historia en el link que les dejo más arriba.
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